Quaestio disputata: la fecha de la Última Cena (I)
"...a la postre, la Iglesia saldrá fortalecida en sus mismos fundamentos, ensanchando y ahondando las verdades de fe que su magisterio tiene la misión de difundir" (Hans Küng)
A modo de porqué
Al igual que a todos los que estudiábamos, mis profesores del Colegio Salesianos, desde pequeño, me hacían hincapié en aquello que, al principio, solamente podía intuir el sentido de lo que me pedían: lectura comprensiva. Pronto descubrí, que es mejor comprender lo que se lee que aprenderlo memorizando, puesto que esto último, al final, sirve para desenvolverte por un período de tiempo muy limitado. La comprensión, el entendimiento y la asimilación a través del estudio, en este caso, de la lectura, es imprescindible para extraer el mayor jugo y la máxima esencia de un texto.
Más de un año tardé en leer -comprender, entender y asimilar-, en su edición completa, el libro Jesús de Nazaret. Una joya meditada y organizada, inicialmente, por el Cardenal Joseph Ratzinger y terminada y publicada por el Papa Benedicto XVI, al que muchos consideran el mejor teólogo del siglo XX. Esta joya de la teología, originariamente, está compuesta de tres tomos diferentes. El primero, publicado en 2007: El bautismo en el Jordán hasta la transfiguración; el segundo, publicado en 2011: La entrada en Jerusalén hasta la resurrección; y el tercero, del 2012: Los relatos de la infancia. A íntimos míos, algunos ordenados sacerdotalmente, les confesé que su lectura, en cierta manera, me había agotado intelectualmente, teniendo momentos en los que realmente me había puesto a prueba. A lo largo de la lectura, no dudaba de mi fe, dudaba de haber entendido lo que en muchos temas, el mejor teólogo del siglo XX , exponía. Mi intelecto y mis conocimientos sobre el tema, por supuesto, están y estarán a años luz de nuestro recordado pontífice, pero consciente de mis incontables desconocimientos sobre sus planteamientos, me obligaba a releer -varias veces- muchos temas en los que no alcanzaba a comprender la finalidad que Benedicto XVI quería imprimirles. Una mente tan poderosa y tan cualificada, no es fácil de entender. La necesidad me llevó a discernir finalmente que, por muy difícil que me pareciera lo expresado en el libro, el planteamiento final me tenía que llevar a un destino. Un destino que tanto para Benedicto XVI, como para mí, o como para cualquier otra persona creyente, tenía que ser el mismo: poner la razón al servicio de la fe. "La verdad no tiene más que un camino" decimos todos infinidad de veces; pues bien, ahí está la solución, en ser consciente de que el final es el mismo: desarrollar una escucha sincera al Jesús de los evangelios que pueda convertirse en un encuentro. Fácil de escribir y de decir, pero no de conseguir. De verdad, no he leído un libro más complicado y a la vez...tan maravilloso. La continua relectura motivó que tardara tanto en su finalización, y para ser sincero: hoy ocupa un lugar privilegiado en mi, no gran cuantiosa, biblioteca como libro de continua consulta en temas teológicos.
El capítulo 5.1 del segundo tomo: La fecha de la Última Cena , fue uno de los más complicados y de los que más tardé en acabar. Buscaba con ahínco las fuentes a las que hace referencia; cuando las encontraba, tenía que recopilar información sobre términos que determinaban las distintas opiniones; leer lo que había de una autora y lo que había del otro autor; descubrir tipos de calendarios judíos, sus fiestas y celebraciones e incluso leer partes de libros rabínicos como la Mishná. Además me encontré con otra coyuntura: las distintas versiones de la Biblia. ¿A qué "al atardecer" y "al anochecer", para la persona común, marca unas horas del día aproximadas pero distintas? Un mismo acontecimiento, los tres evangelios sinópticos lo expresan de manera muy parecida, incluso en aquello que hace referencia a los horarios en que se desarrolla; y luego llega San Juan y ¡zas! te lo plantea distintamente y te cambia el horario de ese mismo acontecimiento. Llegué a pensar: "de los cuatro evangelistas solo dos, Mateo y Juan, pertenecieron al reducido grupo de los doce; los otros dos, Marcos y Lucas, fueron, según la tradición, discípulos de San Pedro y San Pablo...los que lo conocieron y lo acompañaron ¿serán más ciertos?" ¡Error!, los cuatro «se fundan en la historia real que ha sucedido sobre la faz de la tierra» y este acontecimiento real, está por encima de poner en duda mi fe por buscar convicciones creíbles históricamente. ¡Una odisea!
Al final creo, y solamente creo porque no las tengo todas conmigo, que conseguí englobar las distintas opciones que estudiosos del tema plantean. Hay básicamente dos opiniones que son las más defendidas, y en ambas, sus planteamientos son del todo razonables, aunque distintos. Además me tomaré la libertad que me da, este mi espacio, de hacer también referencia a otro texto que sin estar autorizado no se desvía, en temática, de nuestra fe; simplemente no "está autorizado": es un apócrifo. La búsqueda de información me ha llevado, por distintos senderos, al mismo fin: al Señor.
Antes de concluir esta primera parte de la reflexión, quiero hacer una pequeña aclaración. Al inicio he incluido una frase del libro del teólogo suizo Hans Küng: ¿Infalible? Una pregunta. Para aquellos que leáis esto y seáis conocedores de la relación que hubo entre los dos grandes teólogos, Ratzinger y Küng, quiero adelantar que no ha habido, por mi parte, ningún tipo de "maldad" o motivo malintencionado. Sabemos que sin perder, en ningún momento, su amistad, ambos se distanciaron; ambos fueron, en su juventud, y en sus inicios, estrechos colaboradores; ambos fueron designados, desde el principio, consultores teológicos en el desarrollo del Concilio Vaticano II. Sus caminos teológicos, se distanciaron a lo largo de sus vidas, tanto que hay quien opina que estaban totalmente opuestos. Y yo, un pobre profano, me voy a mojar y a tomarme la libertad de añadir: "sí, posiblemente opuestos, pero con el mismo centro: Cristo. El Polo Norte y el Polo Sur ¿no tienen el mismo centro en la Tierra? ¿No dependen ambos Polos del mismo centro? En ambos, su centro les era primordial; en ambos, su centro les era tan necesario como el aire para vivir; ambos destinaron sus vidas, y sus carreras, al mismo centro; ambos le hicieron, de por vida, juramento de fe; y ambos tuvieron su encuentro, a través de la razón, con Él".
(Continuará...)
José Rafael López Blancas
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